

Padre Homero
No sabemos si era uno o muchos.
Ni siquiera sabemos si existió
o lo inventamos
para dar un dueño y una leyenda
a los poemas que fundaron
el mundo en que vivimos.
Las cuencas vacías de sus ojos
iluminan como dos soles
las aguas, las islas y las playas
del Mediterráneo.
Tampoco sabemos si las historias
que cantó tuvieron raíces
en la historia real
o fueron fantaseadas
por su imaginación incandescente.

Diálogo de damas: La Realista
Sólo existe lo
que piso, miro
siento y toco:
la lluvia que
nos moja
los perros que
nos huelen
y los apresurados
transeúntes.
Detesto las
mentiras de
la irrealidad.
Acato sin
protestar la tiranía
de todo lo
existente.
Sólo amo lo posible
y me sublevo
contra el hechizo
de las ilusiones.
Pobres amigas,
ustedes tienen miedo
a la vida y por
eso se esconden entre
las musarañas de
la fantasía.
Yo sé vivir

Diálogo de Damas: La Coqueta
¿El secreto de mi felicidad?
La esquiva sonrisa
que atiza
el hambre de amor
de los viajeros
el ligero mohín
que ensalza la
curva de mis labios
y descubre la nieve
relampagueante
de mis dientes.
Una rodilla
un empeine
el lóbulo
de la oreja
las aletas
de la nariz
pueden
insinuar cosas
hermosas y
llenar de deseos
a los hombres.
Amigas, ustedes sólo sueñan:
yo hago soñar.

El Alejandrino
Nació, vivió y murió en Alejandría
y allí trabajó treinta y tres años
–los tres primeros de meritorio, sin sueldo–
en una oscura repartición
denominada Dirección de Aguas.
Egipto era entonces –fines del
diecinueve y comienzos del veinte–
una semi colonia británica
y Alejandría una ciudad pequeña,
fiel a su tradición,
profundamente corrompida.
Pertenecía a la minoría griega
–banqueros, mercaderes,
prestamistas, marineros, taberneros y
mafiosos– y hablaba, además del griego materno,
inglés, italiano y francés. Chapurreaba
el árabe coloquial, no así el clásico.
Pequeño y esmirriado, llevaba siempre
cuello duro, corbata, chaleco,
puños falsos, gemelos, reloj de leontina
y ocultaba sus ojos bizcos detrás de unos
anteojos con montura de carey.

Estatua viva
Tengo un revoltijo
en la cabeza
Pensamientos,
un sombrero de
púas y barrotes
descascarados
y la imagen de
una pierna
fragante de
mujer.
(Digo fragante
pero podría decir
también
suculenta,
voluptuosa,
aterciopelada,
núbil o
febril)
La armazón
deleznable
que me colma
significa dispersión,
riqueza,
no confusión.
Soy todas
esas cosas:
desechos y sueños,
basura y deseo,
belleza,
escombros
y una tierna
ansiedad.